14 marzo, 2010

Bienes Raíces



Dos opiniones sobre la serie:

1. Álvaro Cueva: El estreno de la semana (18 de enero)

“Bienes raíces”, el proyecto que Once TV México va a estrenar el próximo jueves a las 22:00 horas, no es una serie nacional más del montón, es una maravilla que nadie se debe perder. Por eso le escribo de ella desde ahora, para que lo apunte en su agenda con tiempo, para que se lo diga a sus amigos, para que esté ahí desde el principio.

Hace varias semanas que tuve el privilegio de ver varios de sus capítulos completos y todavía tengo la piel chinita de tan emocionado que me dejó este concepto 100 por ciento original y mexicano.

“Bienes raíces” es un verdadero orgullo para toda la televisión pública nuestro país y, al mismo tiempo, un reto para la televisión privada que sólo sabe hacer refritos y comprar formatos en Colombia y Argentina. Le va a encantar.

¿De qué trata? A nivel macro, son las aventuras personales y profesionales de dos mujeres que se dedican a vender casas y departamentos.

A nivel micro, cada capítulo cuenta varias historias diferentes de personas que buscan, que compran o que venden casa o departamento.

¿Qué es lo que hace atractiva esta serie? El hecho de que, con el pretexto de las casas, los departamentos y las personas, los responsables de “Bienes raíces” hacen un retrato del México de hoy sin concesiones.

A diferencia de “XY”, que era genial, pero que por abordar los conflictos de las masculinidad a ratos tendía a ser una serie de nicho, en “Bienes raíces” hay de todo para todos.

Están las mujeres, están los hombres, están los jóvenes, están los maduros, están los niños, están los ancianos, y los solteros y los casados.

Hay mucho sexo, un lenguaje donde las personas hablan exactamente como habla la gente en las calles de la Ciudad de México y un enjambre de temas sociales que van del aborto, el consumo de drogas y la diversidad sexual al matrimonio, la soledad y el derecho al crecimiento profesional. Pero puestos como algo natural, no como un truco publicitario o como algo que se tenga que corregir en términos morales.

Cuando terminé de ver nada más el capítulo uno de este concepto, dije: “Éste es México, éste es el Distrito Federal, éstas son nuestras historias, éstas sin nuestras complejidades, nuestras calles. Éste soy yo”.

No sé si a usted le pase, pero yo no puedo decir lo mismo con “Los exitosos Pérez”, con “Pasión morena”, con “María de todos los Ángeles” ni con la mayoría de lo que se está produciendo en nuestro país.

Aquí está una de las grandes victorias de “Bienes raíces”: haber creado algo grande con lo que todos nos podemos identificar además, claro, de haber inventado un lenguaje audiovisual que no se parece ni al de Televisa, ni al de Argos ni al de HBO.

Su producción es magnífica tanto en su administración de locaciones como en su dirección de arte pasando por su música, su iluminación, su maquillaje, su vestuario y su selección de reparto.
Todos sus actores están perfectamente bien dirigidos y entonados, desde Fabiana Perzabal (“Amor en custodia”) y Gabriela de la Garza (“Alma legal”), sus dos protagonistas, hasta el chavo que interpreta al milusos de la oficina donde ambas trabajan.

Uno los ve y les cree por su apariencia, por cómo se mueven, por cómo hablan, por cómo están proyectando cosas.

Y es bien interesante porque su visión de México no es ni hipócrita, ni triunfalista, ni fatalista. Es como es, como funciona, como lo estamos viviendo, como lo estamos resolviendo.

Si usted se anima a verla y a discutirla, “Bienes raíces” podría ser para el México de este 2010 lo que “Mirada de mujer” para el México de 1997. De ese tamaño de propuesta estamos hablando.
A mí lo que me encanta es la integración de universos, cómo sus dos personajes principales, tan diferentes en psicología y en edad, son capaces de llevarnos por tantos conflictos tan diferentes en una misma serie sin abrumarnos y sin agredirnos.

Sólo hay un pequeño detalle que me hizo un poco de ruido: que cada uno de los capítulos de “Bienes raíces” comienza como los capítulos de “Nip/Tuck”, con las dos protagonistas preguntándole lo mismo a sus clientes. Pero esto es nada considerando la magnitud de espectáculo que estos señores están desarrollando.

Qué fabuloso que la televisión pública esté generando estas propuestas justo ahora que la televisión privada luce tan dormida en sus laureles. Qué bueno que no todo esté perdido y que usted y yo podemos volver a elegir no sólo entre los productos de cadenas nacionales como El Canal de las Estrellas y Azteca 13.

Sólo le pido dos favores: vea “Bienes raíces”, ya sea los jueves a las 22:00 o en repetición los domingos a la misma hora, y hágale ruido.

La televisión pública no se puede hacer publicidad al mismo nivel que la televisión privada y sería una lástima que un proyecto tan bueno se vaya a perder en la nada por falta de apoyo. ¿A poco no?

2. Florence Toussaint: "¿Te vendes o te rentas?" (10 de marzo)

En multitud de autobuses que circulan por toda la ciudad, en paraderos, en espectaculares, se exhibe esta ofensiva pregunta junto a dos jóvenes y guapas mujeres. A un lado y con letras más pequeñas, aparece el título de la serie: Bienes raíces. Se trata del anuncio, también repetido en el propio canal, de una serie producida por Once México, de reciente aparición.

En un evidente retroceso cultural, el canal del Politécnico Nacional utiliza la imagen femenina en sus peores estereotipos. La metonimia surte efecto, no se trata de casas en venta o renta, sino de adultas. Y ese primer impacto persiste a fuerza de ser reiterado una y otra vez en distintos medios. El contenido deja claro que no es una ironía ni una crítica a la actitud de ciertas personas del sexo femenino. Es una alusión aceptada y aceptable a la condición social que el sexismo ha establecido en nuestra modernidad para las mujeres.

El lamentable comienzo suscita rechazo de entrada entre la audiencia consciente del agravio. El contenido de los episodios no elimina esa sensación pues los personajes principales son inconsistentes, desleales e infieles. En papeles secundarios tenemos suicidas, promiscuas, drogadictas. Una galería de seres cuyas historias apenas si se tocan. La superficialidad hace aparecer a quienes sufren esos conflictos como despreciables, no hay ningún intento por explicarlas.

Las dos protagonistas se ocupan de vender y rentar casas y departamentos, y sus métodos son poco éticos: no señalan los inconvenientes de un inmueble cuando los tiene o la suma elevada fuera del rango del mercado. Más bien buscan satisfacer las fantasías de sus clientes e incluso se involucran sexualmente con ellos y ellas para obtener una venta, en ocasiones lo hacen sólo por capricho, por sentir poder sobre el otro.

Es cierto que la mayoría de las series y telenovelas repiten tres estereotipos femeninos: madre abnegada, devoradora de hombres y esposa fiel, sumisa, aguantadora. Y que las mujeres hemos evolucionado para entrar en ámbitos sociales, políticos, científicos, artísticos de las más distintas gamas. Y que ejercemos el papel femenino doméstico de maneras muy renovadas. Sin embargo, no es esto lo que la serie Bienes raíces se propone mostrar. Más bien pone énfasis en el aspecto de la sexualidad y con ello parcializa a las mujeres, las ancla en una sola de sus facetas.

Los actores provienen de la televisión privada, la mayor parte trabajó en las mejores telenovelas de TV Azteca, las producidas por Argos. Si bien se trata de jóvenes que se desempeñan con soltura, ni el guionista ni la dirección los aprovecha. Están tan acartonados o excedidos como en los melodramas rutinarios de Canal 2 o Canal 13.
Parece vergonzoso que Canal Once produzca ficción que no aporta nada nuevo ni en las ideas ni en las formas y que gaste una pequeña fortuna en anunciarlas.

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