22 abril, 2011

Hipertexto: Espacio donde autor y lector intercambian su papel




Hipertexto: Espacio donde autor y lector intercambian su papel
Ana María Peppino Barale

Situamos el comienzo de la historia en el momento en que el ser humano fue capaz de registrar los hechos por escrito. Barro, arcilla, piedra, marfil, madera, papiro, cuero, pergamino y tela fueron, en su momento, soportes para la escritura. Con la invención de la imprenta el libro se transformó en el modo usual de transmitir el conocimiento.

La significación del libro es de tal magnitud que no es casual que dos importantes religiones resuman su fe en un libro sagrado —Biblia, Corán— y que, como símbolo bárbaro, los regímenes dictatoriales ordenan arrojar los libros a las llamas para exterminar las ideas en ellos guardadas. Ray Bradbury imaginó una sociedad donde se consideraba un crimen la posesión de un libro y donde el cuerpo del delito era reducido a cenizas por la diligencia de bomberos, que en lugar de apagafuegos eran incineralibros.

De cierta manera, el tema de este artículo tiene que ver con la profecía de Fahrenheit 451, aunque de un modo distinto al anunciado por Bradbury. No actuarán los diligentes bomberos, tampoco tendremos que recurrir a los memoristas voluntariosos para conservar el saber. Será menos dramático. Sencillamente, la palabra busca un nuevo soporte, tal como ha sucedido tantas veces en el pasado.

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